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Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor y se bautizó. Lo mismo hicieron todos los de su familia y muchos otros corintios.

Una noche, el Señor se le apareció a Pablo en visión.

―¡No tengas miedo! —le dijo—. ¡Habla y no calles! 10 Nadie podrá hacerte daño, porque yo estoy a tu lado. En esta ciudad hay un buen grupo de personas que me pertenecen.

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